Desde el nacimiento hasta el último día de nuestras vidas podríamos decir que lxs humanxs tenemos un poder especial que sobresale a las otras formas de vida, en nuestro primer respiro, percibimos el rostro de quienes nos miran por primera vez y, por medio de la activación de neuronas espejos comenzamos a entender el mundo, a medida que vamos creciendo, nuestras experiencias nos dicen que tan seguro o inseguro es el ambiente, lo que nos permite desarrollarnos con el uso de instintos primarios de sobrevivencia. Pero en algún punto, nuestra consciencia se separa de nuestras figuras primarias y comenzamos a entender que somos un ser independiente y que los demás no somos nosotrxs, sino que son otros seres independientes que nos acompañan. Hacer este ejercicio de mirar nuestra consciencia con la capacidad de percibir el todo y la independencia, nos permite observar la complejidad de la existencia, es ahí cuando lxs niñxs crecen, y que mediante sobreestímulos y distracciones superficiales del mundo físico, se les ha suprimido este “superpoder”, donde su ambiente constantemente les está diciendo “NO”, en vez de tomar esa consciencia y cambiar el enunciado negativo por alguno que les permita explorar con seguridad. Por lo anterior, el presente ensayo tiene el objetivo de reflexionar en torno al camino de la consciencia, el darnos cuenta de nuestra existencia como seres físicos en un mundo tangible, pero también como unidad universal, y que desde esa consciencia nos permitamos llevar una vida tranquila, plena y de salud.
Hoy en día vivimos en una época rápida, donde poco se valora la reflexión filosófica y la necesidad innata de hacernos preguntas existenciales, esto ha motivado de forma importante a activar nuestras vidas como en un automático, donde la vida adulta se enfoca en el funcionar sin importar como nos sintamos, y la vida de niñxs en responder deberes escolares para no sentirse menos importantes… Pero ¿dónde queda el gusto por el aprendizaje? ¿Dónde queda el amor al conocimiento? se nos ha olvidado la importancia de la filosofía, de las artes y de los recursos que nos desarrolla la creatividad y el tiempo de ocio, manteniéndonos en un sistema capitalista que nos visibiliza como números productivos y desechables, es que de alguna manera, esta visión mundial de cómo debe funcionar la sociedad exitosa, ha permeado nuestros núcleos familiares, con multi-focos de estrés que de alguna u otra forma, nos están gritando que todo está mal, y que nuestros ritmos internos son muuuucho más lentos y serenos que nuestro mundo externo.
Denisse Murúa, Instructora de Yoga