¨¿Por qué esta práctica se ha vuelto tan importante en la sociedad?¨
La rutina, la economía, el trabajo, la salud, el desarrollo acelerado del mundo, la presión social, la presión en los estudios, los problemas existenciales, el futuro. A menudo muchos de nosotros/as nos enfrentamos a estas situaciones, se divaga en nuestra mente formas de sobrellevar estos problemas y cargamos con la mochila día a día. No es misterio que los problemas de salud mental van en aumento, la Organización Mundial de la Salud coloca a Chile entre los países con mayor carga de morbilidad por enfermedades psiquiátricas (23,2%) en el mundo. La depresión mayor y los trastornos por consumo de alcohol ocupan el primer y segundo lugar en las discapacidades atribuidas entre adultos. Los trastornos de ansiedad son los más prevalentes, y solo el 38,5% de quienes han sido diagnosticados reciben algún tipo de servicio de salud mental, ya sea de un especialista o un médico de atención primaria (Vicente, B., Saldivia S., & Pihán R., 2016).
De ahí surge la terapia alternativa o complementaria. En el año 2002, la Organización Mundial de la Salud diferencia las medicinas tradicionales de las medicinas alternativas/complementarias, señalando que éstas últimas son una amplia gama de prácticas que no son parte de la tradición propia de un país, ni tampoco están integradas al sistema de salud dominante. Se habla de medicinas complementarias cuando el tratamiento se realiza en forma simultánea a un tratamiento biomédico, mientras que son alternativas cuando el tratamiento terapéutico es el único que realiza el paciente (Sarudiansky & Saizar, 2007). En el caso del yoga, que es el tema que nos remite, sucede un fenómeno particular. Hay personas que lo utilizan para complementar un tratamiento biomédico (resultando en esta ocasión como “medicina complementaria), así como usuarios que recurren al yoga en forma exclusiva para tratar problemas de salud (tanto físico como psicológico), en cuyo caso se trataría de una medicina alternativa.