Más de alguna vez has leído o escuchado que al meditar las personas dejan su mente en blanco, información que, en algunos casos ha generado miedo por temor a perder el control, y en otros lamentablemente, tras no lograr ese estado, ha conducido a abandonar esta práctica en lugar de conocerla y disfrutar de sus beneficios.
En lo que respecta a mi experiencia, creeme que nunca he dejado mi mente en blanco, al contrario, al comenzar a efectuar esta práctica me di cuenta de que, mi cabeza era como una radio que intentaba sintonizar todas las frecuencias al mismo tiempo, algo totalmente nuevo, dado que, hasta ese momento no era consciente de todos los tipos de visitantes que tenía en mi mente (pensamientos). Situación que con el correr del tiempo y tras la constante práctica de la meditación formal e informal (con avances y retrocesos) ha variado. Hoy en día he aprendido dos cosas importantes, la primera es que puedes escoger aquello que quieres escuchar, es decir centrar la atención en algo específico, pero antes debes estar dispuesto/a a transitar por la distracción y volver al objeto de meditación cuantas veces sea necesario, entrenando la mente como un músculo y la segunda, es que, la meditación debe ser una práctica amable con uno misma entendiendo que habrán días en los que no lograrás focalizar la atención únicamente en lo que deseas, siendo muy importante vivir ese momento con compasión, situándote como una observadora de los fenómenos mentales,
Es muy importante tener presente que, el cerebro está acostumbrado a nuestros hábitos, manteniéndose apegado a las rutinas, por lo que, cuando llega algo diferente no tiene muchas ganas de trabajar en ello, tienes que hacer que se interese, cómo, mostrándole de manera constante eso que quieres que almacene, para que luego pueda recordar, porque al realizar esta práctica escoges un estímulo, lo que se conoce como objeto de meditación (ej: la respiración, pensamientos, sensaciones, otro) en la medida que te mantienes atento/a logras un mayor nivel de concentración lo que hace que te fundas en ese estímulo, dejando de pensar en otras cosas, reduciendo la cantidad de información que tu cerebro debe procesar y además le enseñas a estar en tiempo presente, diferente al que frecuentemente está (pasado-futuro). Es decir, facilitas su labor y de paso tu vida.
La meditación no solo entrena nuestra atención, también nos permite trabajar la paciencia, constancia, tolerancia a la frustración, el autoconocimiento, la capacidad de estar con uno mismo, el amor propio entre otros.
Si alguien te dice que, en cuanto comiences a meditar esto cambiará tu vida, si lo hará, pero no es inmediato, ni es magia. Los verdaderos cambios requieren de tiempo, paciencia, autocompasión, intención, práctica, práctica y más práctica.
Si te animas a darle un espacio en tu vida te aseguro que no te arrepentirás, lo que si debo mencionar es que esto es para valientes, porque enfrentarse a la mente no es tarea sencilla, se requiere de compromiso y disciplina.
Entonces de acuerdo con lo que te he comentado, meditar es poner la mente en blanco ¿mito o realidad?
Te invito a este hermoso y beneficioso mundo de la meditación.
Pamela Becerra, Co-fundadora academia de Yoga y Mindfulness. Toma contacto con ella; https://centrodibi.com/contacto/